jueves, 18 de diciembre de 2008

Pelea patética entre Santa Claus y el Olentzero

Me temo que no voy a poder volver a escribir hasta después del día de Navidad, así que aquí os suelto un cuento de Navidad fruto de mi enrarecida imaginación.


Era un día tal como hoy hace ya un par de años. Como cualquier miércoles por la tarde me dirigía a ensayar al local que el Orfeón Donostiarra tiene en la calle San Juan, en la parte vieja de la ciudad.

Hacía frío, así que caminaba presto con las manos en los bolsillos y el cuello de la chamarra bien ceñido; no era el momento de perder calorías.

Después de pasar el nunca bien iluminado parque de Amara me adentré en la calle Prim, calle de las cornisas calantes, no sólo por el hecho de que en ella sea imposible guarecerse de la incómoda lluvia sino porque hacía años había resultado golpeado en la cabeza por un chicle recién masticado por algún vecino, el cual me fue imposible despegar de mi cabellera.

A medio recorrido, antes de llegar a la plaza de Bilbao, en una zona bien plagada de bares oí el bullicio de un pub con las puertas abiertas de par en par, y al girar mi cabeza acerté a ver a dos tipos de gran proporción que salían discutiendo con gran estruendo. Realmente iban un poco bebidos. Tenían pinta de conocerse desde hace años pero supuestamente el alcohol había hecho asomar antiguas rencillas de profesión, discusiones inanes que en momentos acalorados se convertían en verdaderos puñales.

Todo fue muy rápido. El de negro le dio un empujón al de rojo al grito de "¡a mí tu no me tokas, gordo de mierda!".

En ese momento me di cuenta de lo patético de la situación. Resulta que el Olentzero con la cara bien colorada acababa de hacer caer a un torpón Santa Claus, que a duras penas conseguía mantener el equilibrio.
Cuando todo parecía acabado, el del gorro de cascabeles se abalanzó como un toro con la cabeza por delante golpeando en la inmensa tripa al de la boina y haciéndole perder la respiración por unos instantes.



"¡¡¡Ho, ho, ho, gordo de mierda seras tú!!!, ¡Vamos Rudolph, dejemos a este fracasado con esas ridículas albarcas! ¡HO, HO, HO!", exclamó Santa.

"No, no krrreas ke me he dado por vencido. Tus p... juguetes son made in China, hijo de mala madrrre", respondió el Olentzero.

Esta frase realmente le dolió a Santa, que desde hace años se había preocupado por homologar sus regalos a las normativas de la Unión Europea. Aunque algún niño había fallecido al tragarse uno de los ojos del osito Pelusín, no se podía considerar como dolo o mala fe.

"¡Será cabrón!", pensó y retornó hacia el Olentzero con ánimo de volver a atizarle y romperle la crisma (por aquello de los Christmas).

Justo en el momento en que levantaba un viejo monitor de 19 pulgadas que había junto al contenedor de basuras con ánimo de revéntarselo en la cabeza al Olentzero, éste reaccionó tirándose en plancha contra las varicosas piernas del barbudo, que no pudo sino dejar escapar un lastimero grito ahogado. El monitor se cayó sobre su propia cabeza canosa abriéndole una brecha aparatosa encima de la ceja izquierda de la que empezó a manar abundante sangre.

"¡Ahora sí que no te escapas sucio carbonero de las mil cucarachas!", gritó Santa arremangándose su pomposo traje rojo de fieltro, aún más rojo por la sangre emanada de su frente.

Entretanto y ante la algarábía que estaban armando, la gente fue arremolinándose en torno suyo. Incluso algunos guardias municipales que habían acudido por la llamada de una vecina que estaba con su bata azul y pantuflas, se quedaron al margen, con los brazos cruzados y sonriendo por lo divertido de la escena.



Entonces Santa dio un silbido y en un instante aparecieron dos pequeños Elfos vestidos de verde fosforito. "Pero Santa, que hoy estábamos fuera de servicio y ...", replicaron.
"¡A callar!, ¡agarrad a ese obeso de las narices para que le dé su merecido!", les contestó Santa.
"Pero, ...", respondieron ellos con los ceños fruncidos.

Se dirigieron al Olentzero pidiéndole que no se resistiera pero no se dieron cuenta de que éste había sido un antiguo campeón de las pruebas rurales. Con sus dos grandes manazas arrancó un bolardo de esos que impiden el paso de los coches a zonas peatonales. Después de alzarlo y ponérselo encima del hombro, pegado al cuello, se lo lanzó al par de mocosos elfos al grito de "¡Banzaiiii!". No tuvieron tiempo para esquivarlo, cayendo derribados como unos peleles convertidos en provisionales bolos.

"Veo que no has perdido tu agilidad, Ole, pero a ver si puedes esquivar esto", le felicitó Santa.

"¡Aurora boreal, porque yo lo valgo, vientos del norte, osos polares, dadme vuestra fuerza magistral para acabar con este maloliente del chaleco aborregado!", continuó con los dos brazos al aire.

Un fuerte viento se empezó a levantar formándose remolinos que deshacían las bolsas de basura azules que los inconscientes había dejado fuera del contenedor apropiado.
La gente se agarraba a todo lo que tuviera a mano, cañerías o bancos.
Entonces Santa juntó las palmas de sus manos y con los brazos extendidos las enfocó hacia Ole. Inmediatamente empezó a surgir una luz cuasi espectral que se convirtió en un chorro de rayos dirigidos contra Ole.

Con una rapidez proverbial Ole se tiró al suelo esquivando la primera andanada.
Se parapetó detrás del contenedor de plásticos y tetra briks que estaba a su alcance y reflexionó sobre sus siguientes pasos. No tuvo ni tiempo de decidir nada porque Santa soltó el siguiente ataque dejando derretido el plástico del cubo amarillo.

"¡¡¡Con que ignífugo!!! ¡¡¡Ho,ho, ho!!!", se rio Santa. Este comentario sí que molestó a los guardias municipales, que aunque cagados de miedo, decidieron tomar cartas en el alboroto.

Mientras, Ole había quedado totalmente al descubierto y dudando qué hacer.

"¡No te muevas, Ole, para lo que te va a servir! Sólo una cosa antes de que desaparezcas del mapa ... hazme el favor y dime dónde guardas tus juguetes; sería una pena desaprovecharlos en estos tiempos de crisis! ¡HO, HO, HO!", espetó el gordo rojo

"¡Ni lo sueñes, katxo kabrrrón!, krrreo que ignoras mis capacidades!", respondió Ole.


Ole sabía que Santa sólo tenía tres posibilidades de ejecutar su "rayo fróstico" (lo siento, aún no hay traducción del inglés). Después quedaría sumido en un profundo debilitamiento que sólo podría superar en una Oktoberfest a base de salchichas y repollo. Aparte, Ole se reservaba su gran sorpresa ... producto del viaje que había hecho a los juegos olímpicos de Pekín (Beijing según los redichos).
Durante una semana había practicado el arte de la fuerza carbonífera con el maestro Co Chinín.

"¡Este es mi momento, ahora o nunca!", pensó Ole. Magullado pero todavía con fuerzas se puso en pie, se quitó la boina, el chalequillo aborregado y la camisa, dejándose sólo el pañuelo anudado al cuello.

La gente hizo gestos de desaprobación, sobre todo al ver el pelo hirsuto del pecho del contendiente.

Las miradas entre las pupilas de los dos hombretones eran de un odio acérrimo que presagiaba lo peor. Los guardias municipales, que apenas habían dado dos pasos decidieron refugiarse tras un macetero colocado estratégicamente encima del carril bici por el ayuntamiento.

Los gritos de ambos se solaparon. Fuera de ellos parecía que el mundo se había parado. Santa volvió a juntar las palmas de sus manos y a dirigirlas contra Ole, mientras éste último se ponía en posición grulla a la vez que recitaba una antigua salmodia vasca: "Iru txito izan, maitia nun zira, maitasun atsekabea, Ama begira zazu, Hartu zure tiketa, mesedez, Hor konpon Marianton, Gure itsasoa bildurgarria, txakolin, txakolin, txakolinak on egin txako txako txako txakota!"

Apenas empezaba a asomar un halo de luz de las palmas de Santa cuando un torbellino de piedras de carbón manaron del ombligo de Ole como por arte de magia Borrás.
A Santa le pilló totalmente desprevenido, siendo golpeado brutalmente en las zonas pudendas y haciéndole retroceder no menos de 10 metros, con el infortunio de perder su gorro en el vuelo.

Un aplauso generalizado se escuchó en la calle.

Hubo unos momentos de quietud. Parecía que Santa había resultado gravemente herido y que no saldría de ésta. Ole dudó pero al final se acercó lentamente al cuerpo de su antiguo compañero de fatigas, dando traspiés (o traspieses) por el gran esfuerzo que acababa de realizar. Al fin y al cabo, Santa no se merecía que nadie le cerrara los párpados en su último adiós.

Cuando Ole ya estaba arrodillado ante el ensangrentado Santa, éste último se revolvió y gritó: "¡A mí, alter ego!". Hubo un estallido lumínico y caminando tranquilamente apareció Papa Noël.

"¡Pero si yo pensaba que era otro de tus nombres alternativos!", exclamó Ole.
"¡Eso es lo que te crees!", dijo con sarcasmo Santa. "Mi alter ego Nöel aparece en los momentos más difíciles como un último suspiro vital; se irá conmigo pero antes te dará tu merecido!", continuó.

Fue decir esto último y Papa Nöel, que era idéntico a Santa Claus pero vestía de color fucsia, le empezó a dar a Ole una tunda que su cuerpo debilitado no pudo resistir. Lo último que salió de sus labios fue: "Orra, orra ...!".
Al poco Santa también expiró y Nöel se desvaneció como un holograma.

Los munipas se acercaron a los dos cuerpos y les dieron unas patadas para comprobar que realmente habían fallecido y no eran peligro para nadie. "¡Podéis intervenir!", dijo uno que parecía el inspector.
Enseguida aparecieron los de la DYA y la Cruz Roja. Es evidente qué cuerpo se llevó cada una de las ambulancias.

Yo, que alucinado había contemplado el espectáculo, miré mi reloj de pulsera.
"¡Mierda, otra vez llego tarde al ensayo, a ver cómo se lo explico al director!".

Me puse en marcha y al poco rato, a la altura de la tienda "Cañas decoración" me crucé con los tres Reyes Magos que por lo que parecía se habían enterado del lamentable suceso. Se iban partiendo de risa. Me pareció escucharles el siguiente comentario:

"¡Je, je, siempre han sido unos entrometidos dentro de la profesión. Ya se lo avisamos cuando decidieron adelantarnos por unos días. Se lo tienen bien merecido. Más trabajo para nosotros. Jua, jua, jua!".

Creo que el comentario fue de Gaspar. Yo siempre he preferido a Melchor.

¡Feliz Navidad!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

A 100 años luz de mi abuela

Sí, ya sé que un año luz es una medida de distancia. Varios programas de la serie “Cosmos” del bendito Carl Sagan, que en la gloria esté, incentivaron mi interés por el espacio exterior desde pequeño a la vez que me sirvieron para desdeñar toda esa piltrafa de la astrología de la que viven cientos de engañabobos.



De hecho, mi bueno Carl junto al también in memoriam Isaac Asimov combatieron ese mundo de la superchería global a su modo, con la información científica, limitada siempre a los avances técnicos pero entusiasta y orgullosa de sus expectativas.

Y ahora que mi abuela, con toda su mala leche, ha cumplido los 100 según el juzgado, y 99 según el DNI, pienso que no quiero abandonar este mundo sin ver la “Y vasca” o cómo el ser humano llega hasta Marte, algo que parece que está a la vuelta de la esquina pero que me temo que se va a demorar unas décadas. Me imagino que se debe no sólo a causas técnicas sino a la viabilidad de un viaje que se supone debe aportar ciertos réditos al avance e investigación científicas.

Ir por ir no es algo que esté en la mente de nadie. No se trata de superar marcas a lo Usain Bolt, S.A. (en euskera significa algo así como “Bolsa de olor”).

Pero, ¿qué encontraremos en Marte?. Temo que al hollar la superficie marciana nos topemos con sorpresas como las que Ray Bradbury describe en sus libros.



Pero más patentes tengo las imágenes de la película “Desafío total” (“Total recall”), basada en una historia de Philip K. Dick. Los efectos de no llevar traje espacial están a la vista.

Y es que la generación que hemos vivido la juventud en los años 80 nos podemos calificar de spielbergizados. Todo aquello que nos sonara al barbudo director o a alguno de sus acólitos, nos lo tragábamos sin rechistar. Y así nos va, viendo ovnis y tiburones malignos por todas partes. Gran parte de ese cine era ciencia ficción, que por otra parte era lo que buscábamos.

No sé si por suerte o por desgracia en aquellos años fui de los que se iniciaron en el cine con segundas o terceras partes. No me llevaron a ver “Superman” ni “La guerra de las galaxias” ni "En busca del arca perdida" porque era muy pequeño ... y asmático (no me venían bien los suelos enmoquetados de las salas de cine). Así que me resarcí varios años más tarde yendo a “Superman III”, “El retorno del Jedi” e "Indiana Jones y el templo maldito".

Con “Regreso al futuro” y “Los gremlins” me pasó otro tanto de lo mismo. Esto casi me crea un trauma, sobre todo al descubrir que en estos casos las primeras o segundas partes siempre fueron mejores que las terceras.

Pero bueno, compensé estas desilusiones con otras películas: “Los goonies”, “El secreto de la pirámide”, “Dentro del laberinto” (portentosa música de David Bowie), “Krull”, “Los cazafantasmas”...

Luego conseguimos ver “Tiburón”, "Poltergeist" y “Encuentros en la tercera fase” en la televisión francesa ya que en los canales españoles no se salían de las películas clásicas.

Otras pelis fueron directamente precindibles. El hecho de leerme “La historia interminable” del gran Michael Ende hizo que me pasara toda la película basada en su gran libro riéndome por no llorar.

No digo que todas estas películas fueran obras de arte, ni mucho menos, pero sí que les veo una imaginación que no detecto en las películas fantásticas actuales, a pesar de los mayores medios económicos y la infografía omnipresente. Cierto es que mi edad me condiciona parte de mi juicio pero creo que no ando descaminado.

Por cierto, me ha parecido leer que están planeando una nueva versión de "Los goonies". Me pido el papel del asmático.

Los ojos de Claire Forlani

Hace unos días estaba pasando de canal a canal hasta que me quedé enganchado con una peli llamada “Mystery men” (1999), que quizás ha sido titulada “Hombres misteriosos” en castellano. Se deja ver aunque la verdad es que podrían haberle sacado más jugo a la supuesta comicidad de un grupo de “superhéroes” formado para la ocasión por los más variopintos personajes de una ciudad. Para pasar el rato sirve.

Los comentarios de “La esfinge”, que proporcionaba consejos al resto del grupo del estilo de “Para conocer los puntos débiles de vuestros enemigos debéis hacer débil al enemigo que tenéis en vuestro interior”, es de lo que más gracia me hace.



Aparte de eso me quedé subyugado por un personaje secundario, representado por la actriz Claire Forlani. La única razón es el efecto que su mirada tiene en mí.
Hace unos años la conocí por otra película que resaltaba con una fotografía preciosista sus vidriosos y almendrados ojos. Este film, “¿Conoces a Joe Black?” (“Meet Joe Black”, 1998) se recreaba en su mirada. Daba igual que hubiera que ponerse una almohada para aguantar los 180 minutos del metraje; aguanté estoicamente sólo por no perderme los lagrimeos, guiños o parpadeos de Claire.

Parece que esta actriz no se ha prodigado mucho en el cine, y de hecho probablemente mucha gente la desconozca avasallados como estamos por la omnipresente información de la pesada de Scarlett Johansson, que más que chica cañón es tubería de plomo. No me vayan a comparar la musicalidad del nombre de la primera actriz con la de la segunda.



Últimamente me he reencontrado con esos iris deslumbrantes donde menos podía esperarlo. Resulta que influido por la antigua profesión de mi abuelo paterno me hice seguidor fiel de la serie C.S.I., y así, unos 10 años más tarde del rodaje de las dos primeras películas citadas al principio, me encuentro con una Claire mucho más madura haciendo de forense en Nueva York, en un papel que se ha limitado a un puñado de capítulos, pero en los cuales he seguido comprobando su cautivadora mirada.

Casualmente, y hablando de ojos, llevaba unos meses fijándome en los de la joven promesa de la natación Mireia Belmonte (otro nombre eufónico) y que poco a poco empieza a acumular portadas y reportajes de revistas, cuando hace apenas unos días acaba de batir un record mundial. Siempre sirvió el agua para resaltar la belleza de una expresión.

Para los que tenemos ojos marrones vemos como en las series norteamericanas (y ya también las españolas) quedamos relegados a los roles de malos en general, asesinos despiadados, enemigos de la paz mundial, etc.

¡Vale!, es cierto que probablemente los ojos claros sean más habituales en estos países de habla inglesa, influidos por la inmigración del norte de Europa, pero no es menos cierto que para ellos un galán de ojos claros pinta más que uno de ojos oscuros.

Sí, es un tópico. No se cumple al 100% pero ahí están mis impresiones.

Esto mismo me sucede con las telecomedias de origen “EEUUsonenses”. Para construir una nueva sólo hay que incluir los siguientes capítulos:

1.- Uno en el que los protagonistas organizan una fiesta en casa aprovechando que sus padres se han ausentado. Pero claro, los papis vuelven antes de lo previsto y ...

2.- Uno en el que se ríen de alguien con una tara o problema, muchas veces la obesidad, hasta que al protagonista le entra cargo de conciencia e intenta enmendar su error.

3.- Uno en el que el protagonista decide irse a vivir solo, pero vuelve a casa porque como en casa no se está en ningún sitio.

4.- Uno en el que se lucha con todas las fuerzas por entrar en una hermandad de estudiantes con nombre: ALFA-GAMMA-OMEGA

5.- Uno en el que se dejan los estudios para el último momento y le pilla el toro.

6.- Uno en que se organiza el baile de fin de curso y todo lo que conlleva.

Etc., etceterae ...


Habría cientos de tópicos repetidos. Según estas series, muchos seríamos “Perdedores”, un término que nunca me ha gustado. No creo que en esta sociedad todo sea “Ganar” o “Perder” y que esto te condicione de por vida.

Viendo esas series a veces pienso que enseguida me habrían puesto gafas de pasta, habría ingresado en el club de matemáticas del instituto y me dedicaría a jugar a ajedrez en los descansos entre las clases. Eso sin tener en cuenta mi grupo de amigos alelados, atolondrados, inocentes y a la vez ocurrentes.

¡Cuántas camisas tendría que haber lavado por las bromas de mis compañeros de clase en el comedor escolar!. ¡¡Buff!!, ¡de la que me he librado!

Para tener un buen porte hagamos deporte

Acabo de llegar sin resuello a mi puesto de trabajo. Suelo usar la bici todo el año desde aquel afortunado 1999 en que decidí descargar parte de mis responsabilidades en las dos ruedas de caucho (me quité un gran peso de encima). Aquel año, después de ver un eclipse total de sol en la hermosa ciudad austríaca de la sal, decidí que debía retornar a mis aficiones veraniegas infantiles antes de que el fin del mundo me dejara sin mi bicicross orbea (“Orbea Furia 2”, para más detalles).

Evidentemente tal día no llegó y decidí contribuir al respeto al medio ambiente y a animar a Odón Cogorza dándole a los pedales, y ahorrándome ya de paso la suela de los zapatos (todo hay que valorar).

Pues eso, que he llegado hecho polvo al curro. En el paseo de la Concha siempre tengo el viento en contra, y eso, unido a mi exceso de peso actual, al frío invernal e infernal, al asma subyacente, y a unas zapatas mal calibradas que me iban frenando, ha hecho que mi rutinario traslado se haya convertido en un tortuoso suplicio.

Ahora más que nunca noto cuán necesario es mantener un cierto hábito “sportif” en la vida. Un mes parado es peor que un pez varado (rima facilona).

Cierto es que nunca fui un as del atletismo. En el colegio, de los 40 que éramos por clase (eran otros tiempos), fácilmente me encontraba entre los 5 últimos en todas las pruebas. Era de los que siempre se quedaban sentados encima del potro, de los que no hacían ni una sola flexión en la barra, de los que el balón medicinal casi les aplastaba el pie; en fin, de los que en el dichoso test de Cooper se agobiaban tratando aunque sea de alcanzar a un compañero de características físicas parecidas al redactor pero que siempre le ganaba por unos metros. ¡Ay, cuánta rabia contenida en un cuerpo tan pequeño!

Mientras para mis compañeros la gimnasia era una liberación, para mí era un sufrimiento.



No es que fuera un niño pasado de peso ni de posadas de paso sino más bien lo contrario, un mocoso asmático y enclenque que en ningún momento había hecho un esfuerzo más allá de correr al autobús a la hora de salir de clase.

Creo que en lo único que destaqué fue en el brilé, básicamente porque varias veces me quedé el último en el rectángulo central; mis compañeros se dedicaban a tirar los balones al resto, y yo, por mi menudez, tenía cierta facilidad para esquivarlos. Ahora entiendo cómo me libro de los marrones.

En cambio, dispararme ahora un balón sería una crueldad intolerable (soy como un blanco fijo en un banco móvil).

Mi evolución posterior ha sido realmente positiva. He hecho más ejercicio en 10 años que en los 20 anteriores y he cogido cierta forma. Aparte, el asma ya no me acecha cada invierno y puedo alcanzar el pomo de las puertas sin necesidad de chutarme con el ventolín. Eso sí, en cuanto me dejo, mi cuerpo (de jamón serrano que no serrano) se apoltrona en sus grasas tan a gustito, el muy cabrón.

Ahora llevo un mes un tanto abandonado a la bollería postindustrial (esta es una revolución que aún tenemos pendiente de acometer, camaradas) y sin embargo los análisis médicos me han dado unas tasas muy buenas de colesterol y tensión, entre otras. Así es que aún no he perdido la guerra (alguna batalla sí, sobre todo la de la talla de mis mallas de salto de vallas).

La razón de este parón actual ha sido una pequeña lesión de tendones en mi pierna derecha.

Hace más o menos un mes me vanagloriaba del circuito que me hacía día sí día no. Doy un enlace por si alguien quiere comprobarlo.




RUTA DE LOS CASI 10 KILÓMETROS

Según este mapa Googleliano me “footineaba” o “joggineaba” unos 10 kilometros en una hora.

Sin que la marca alcance la de Said Auita, por lo menos me ayuda a congraciarme con el esfuerzo físico, después de años de vaguedad absoluta. Pero un exceso de pasión me ha llevado a una sobrecarga un tanto amarga.

Aparte de ello suelo ir habitualmente a la piscina a comer metros de corcho, a mi velocidad, e intentando que mi línea de flotación siga siendo precisamente eso, una línea de flotación.

Sin embargo, y como antes he comentado, he entrado en un ciclo descendente en cuanto a ejercicio y ascendente en cuanto a peso. Los 80 kilillos me empiezan a acongojar sobremanera y en el momento del canto el diafragma se las ve y se las desea para intentar hacerse un hueco. Es como si mi cuerpo me pusiera ante esta disyuntiva: ¡o comida o aire, tú decides pequeño!

Pero según escribo estas palabras mi conciencia se está removiendo y grande será el empeño. Ahí van unas rimas consonantes sin dueño:


¡Fuera las napolitanas de chocolate
y abajo con las bombas y caracolas!,
que yo de la tierra nací para el tomate,
para la verde lechuga y escarolas.
Embotellada agua Bezoya aplaque
lo que no pueden ni mil lights coca-colas!

domingo, 14 de diciembre de 2008

Digitales de Miletown

Sí, el título podría ser el nombre de una ciudad norteamericana, acostumbrados como estamos a Annapolis y compañía-

Pues sí, digitales o digicuales. Me temo que nos hemos comido el coco con la dichosa palabreja estos últimos años. Los franceses dicen "numérique", que suena igual de bien y aclara que hay números, guarismos o dígitos por medio. Ya nos acostumbramos hace tiempo a eso de grabar mientras nuestros vecinos preferían "enregistrer".



Solemos usar una jerga. Otras, echamos mano de la mnemotecnia y otras veces más bien una memotecnia (y aquí "memo" no viene de memoria), y muchas veces no sabemos por qué lo decimos.
Los magnetoscopios que nos acostumbramos a llamar vídeos o videos (nunca me acostumbraré a esto último, ¡güey!) fueron sustituidos hace años por los DVD. Realmente deberíamos hablar de "lector de DVD", pero como ha pasado con muchos objetos, acabamos dando el nombre del contenido al continente o al revés para facilitar la conversación.

Sin embargo, no sé cuál ha sido el problema de no haber seguido utilizando la denominación "aparato de vídeo" en los lectores y grabadores de DVD, pues al fin y al cabo siguen registrando y reproduciendo imágenes.

Estas disquisiciones nos llevan a pensar que mucha gente no sabe de dónde viene el término digital ... y ni falta que les hace. Tampoco vamos a ser unos zotes, zopencos o palurdos por desconocer "analógico".


Lo que ya me repatea es que graven por grabar. Foros en contra y apoyo a los pollos de la SGAE analizan esto de forma más profusa y critican la situación de grave abuso.

Pero vamos al grano. O mejor, vayamos al píxel.

Poseo aún una digna (si se puede calificar así algo de 14.000 pesetas) cámara compacta ... analógica (¿es correcta esta calificación?). Más bien pienso que la máquina es mecánica y tiene algo de electrónica, pero analógicas pueden ser las copias positivadas que sacamos de los negativos, e incluso los mismos negativos.

Pues bien, llevo unos pocos años soportando ciertas chanzas y burlas indisimuladas por parte de mis compañeros de andanzas musicales: "¡A ver si te pasas a la era digital!, y tal y tal", como se habría expresado el señor Chus Hill, que en paz descanse.

Me hace gracia que esto me lo diga gente que se ha incorporado a la informática hace dos o tres años cuando ya llevo cerca de una década peleándome con el "Paint Shop Pro", el "Cool Edit" y compañía. ¡Qué me van a hablar a mi de muestras, de frecuencias, de la herramienta del difuminado, del formato PCX, de cómo bloquear un pentium exprimiendo a fondo su potencia, de las misterioras pantallas azules del windoors (¡Jorrr!) ...

Todavía recuerdo unas "probes" jovencitas que llevaron sus pelis bajadas de "intennet" en formato divx a un autobús que lucía un reproductor simple de discos DVD. Se quedaron pasmadas como diciendo: "¡Vaya, no funcionan nuestros megachupi cedés piratas caseros con el último vídeo de Chayane; pero si en casa sí van!".

¡Ay!. ¡Qué triste es encontrarse a gente que aún no sabe que antes del mpeg4 tuvimos que pasar por el mpeg1 y mpeg2!. Y estas son algunas de las personas que me siguen mirando con desdén por sostener mi cámara "analógica" con su olor embriagador a película por revelar. ¡Ummmmm!

Y en este punto es cuando me apetece contaros mis desventuras en el mundo de la fotografía y el desdén de los comerciantes.

Siempre me ha gustado la fotografía pero no he llegado ni a la categoría de aficionadillo, en parte porque cuando tuve mi primera cámara no me dediqué a hacer un rally fotográfico ni nada parecido. Simplemente he sido feliz haciendo mis fotos, muchas de ellas malas como el "Paladín a la taza" (¿Dónde estás "Pedro Mayo"?).

Cuando me decidí a dar un salto de calidad fue cuando me decidí a comprarme mi primera cámara. Pero he tenido varias decepciones, en parte por el trato de un megaemporio donostiarra dedicado al mundo de la fotografía con un nombre que recuerda vagamente al de las patatas Matutano.

En esta cadena de tiendas (no me extrañaría que muchas hicieran algo similar) someten a tus fotos a un proceso de revelado automático. Esa es la razón, según los dependientes, de que algunas fotos no fueran reveladas. ¿Cuáles?. En principio las que han resultado demasiado oscuras y que por lo visto la máquina identifica como defectuosas. Pero puedo dar fe que a veces no se revelan algunas que están en perfectas condiciones. ¿Por qué razon?. ¡A saber!

La cuestión es que en multitud de ocasiones he tenido que volver a la tienda: "¡Perdona, que me falta la 17A y la 33A". Y claro, esas copias que te debieron entrar en el primer revelado te las cobran luego a un precio mayor.

Yo soy de los que me gustan ver todas las fotos hechas, aunque no valgan un duro.
Alguna otra tienda te daba en su día la opción de rechazar las que consideraras defectuosas. Esta es la actitud que yo hubiera esperado en mi tienda habitual. O por lo menos que se molestaran en revisar cuáles no ha sacado la máquina.

Ya estaba un poco escamado cuando me decidí unas navidades a comprar una máquina de fotos dentro de unos márgenes de dinero. Por lo que yo observaba, para un precio dado todas las máquinas de fotos reunían unas características técnicas similares. Así que me lancé por una Pentax.
¡Vaya! y casualmente sólo les quedaban modelos superiores e inferiores de esa marca.
Así que me acabé llevando, por recomendación de la dichosa tienda, una Minolta, que al fin y al cabo también era una marca de prestigio.

Septiembre del año siguiente. No había pasado ni nueve meses cuando mi Minotaura se negó a cogerme el carrete en tierras suizas. Yo, con un rebote mayúsculo, venga que meter y sacar parte del negativo, a ver si el endemoniado sistema eléctrico de la cámara se avenía a cogerlo. No hubo forma. En aquel momento añoré mi cutre cámara china con sistema de recogida de carrete manual.

Tenía la conciencia tranquila; soy muy cuidadoso con las cosas y la cámara no había recibido ningún maltrato.

Cuando volví del viaje y puse el aparato encima del mostrador, me hicieron ver que quizás yo no sabía hacerlo bien. Tras cinco minutos haciendo los mismos movimientos que yo había ejecutado, se decidió que su nuevo destino era la reparación, no sin antes prometerme que en menos de un mes la tendría de vuelta, plazo que como sospechaba, no cumplieron, teniéndome que quedarme sin poder hacer fotos al recién inaugurado auditorio de Tenerife, la cobra Calatravensis. Más cabreo.

Finalmente tuve la cámara en mis impacientes manos y me explicaron que los técnicos "no habían sido capaces de arreglarla y que por eso me daban otra igual, aunque el número de serie, evidentemente, fuera otro". Al intentar confirmar si entonces la garantía comenzaría de nuevo, obtuve una respuesta negativa. Realmente no sé qué determina la ley en estos casos pero no me parece lógico. Como entonces la garantía era de un año, ¿eso significaba que ya podía rezar para que la máquina no me volviera a fallar después del insignificante período de 3 meses que me quedaban?

Afortunadamente la máquina aún funciona. Nunca me han gustado los raros oscurecimientos que deja en las cuatro esquinas de las fotos (¿el objetivo?) pero al menos algo es algo.

En estas ando cuando un día voy a la misma tienda (soy un empecinado) a revelar varios carretes.

Todo hay que decir, para que no se me entienda mal, que siempre pregunto o pido con actitud modesta o receptiva.
Si uno fuera de listillo a las tiendas, probablemente saldría escarmentado o escaldado. Así que trato de escuchar lo que me digan, aunque luego no me atreva a la contrarréplica por no meterme en jaleos.

Bueno, total que me preguntan: "¿Además del revelado, quieres que te pasemos las fotos a cedés?". Yo: "¿No es posible meterlas todas en un cedé?". Y ella: "No caben". Yo: "¿Qué tienen, una resolución alta?". Y ella: "Sí, además la máquina saca un cedé por cada carrete".

¡Mierda! Otra vez estaba con la dichosa máquina de revelado. Bueno, cuando me habló de "alta resolución" me animé, y eso que llevaba varios años escaneando y "jotapegeando" y sabía dónde me metía.

Los 3 euros por cedé se convirtieron en uno de los más infames timos pertrechados contra mi humilde persona. Al meterlos en el ordenador comprobé con disgusto que las fotos de los carretes habían sido escaneadas con una resolución bajísima inferior a los 2 megapíxeles. Ya os diré la cifra exacta para que no cometáis el mismo error.
¡Si no quieres taza, toma taza estallada de caldo hirviendo sobre tus ...!

Yo lo hice de prueba, pensando en que probablemente escanearían directamente desde el negativo y con una resolución de al menos 3 megapíxeles.

Así que vas de bueno y encima te engañan. A lo mejor la chica no sabía por dónde se andaba o quizás desconocía la verdadera calidad de los discos, pero me lo podía haber dicho y no tomarme por tonto.

Hoy es el día en que no siento una necesidad perentoria de lanzarme a las cámaras digitales, aunque sea una rara avis entre el mundo "gilital". Llegará, sin duda, quizás en pocos meses. Pero lo que tengo claro es donde no compraré mi cámara.


Hasta que llegue ese día me ufano de ir contracorriente y viendo como mis amigos chupan y chupan memorias SD por su empeño en hacer las fotos a la máxima resolución posible. Soy un cabezota, pero disfruto viendo cómo sufren mis colegas cuando me acerco la cámara digital al ojo derecho para inmortalizar una escena patética de grupo. ¡Ay, que me manchas la pantalla! ¡Je, je!. Sí, pero yo comprimo la música en formato FLAC.

Os recomiendo echarle una ojeada a la web de RTVE. Estos sí que son los verdaderos animales abandonados en el verano tecnológico.



Ahí tenéis el enlace:

La cinta VHS

miércoles, 10 de diciembre de 2008

A vueltas con los griegos

Anda revuelto el ambiente en tierras helenas; no voy a referirme a estos hechos de actualidad.

Alguien que haya tenido el valor de adentrarse en mis procelosos textos se habrá hecho la pregunta: "¿por qué el blogero mayor no ha escrito en una semana y de repente nos suelta cuatro parrafadas de boutades, así, sin ton ni son?"

Pudiera pensarse que las he estado redactando en un procesador de textos y luego las he colgado con un simple "cortar y pegar". Pero no, no es el caso.

La verdad es que, lo crean o no, no tengo conexión a internet en casa así que aprovecho mis ratos libres del trabajo (según el convenio, claro) para soltar alguna que otra idea.

Esta última semana he estado leyendo y esa es la razón de contar todo hoy, de golpe sin haberlo redactado previamente.

¿Por qué? La verdad es que he estado rumiando ideas sobre qué escribir y aunque el orden lo decido una vez me pongo con las manos en el teclado, lo que quería contar ya lo tenía trabajado.
Los que me conocen bien saben que doy muchas vueltas a las cosas. Es de ilusos creer que todo lo que dejo aquí escrito de sopetón es resultado de tres segundos de lucidez. No creo ser una mente clarividente ni un Cervantes.
Es decir, esto no es más que escribir por escribir. No hay que valorar estas mis palabras de una forma más profunda. Sólo es un medio para dejar fluir todo lo que se me pasa por la cabeza (con ciertas cortapisas, claro).





La cuestión es que está semana andaba yo preocupado pensando en si me habría afectado un síndrome de Diógenes (griego) o no. Pero he llegado a la conclusión de que lo mío se parece más al principio de Arquímedes (también griego). Cuando entro en mi habitación salen 80 kilogramos de papel. Es la ley del reciclaje: o el papel o yo.

Así es que he estado varios días dándome a la lectura compulsiva nocturna con el ánimo de enmendar en lo posible mi agobiada situación. Es como si tuviese la sensación de no poder dejarme nada por leer de aquello que me llame la atención. Y resulta que en esta sociedad actual empezamos a padecer un exceso de información que hace necesario que seamos totalmente exigentes en nuestra selección.

Es necesario, pues, que seamos totalmente críticos con lo que leemos, aunque sea información poco relevante. Varias veces me he encontrado con que rumores que ya habían sido desmentidos una vez, vuelven a atacar con fuerza por la ignorancia del redactor de la revista. El problema es cómo saber que algo no es cierto cuando uno ni si quiera lo sabe; concedemos la gracia de la credibilidad a las publicaciones.

Sólo dos pequeños casos: la cita en la tumba de Groucho Marx o las dietas que nos acosan en meses veraniegos. En el primer caso, ya se ha desmentido que en su lápida ponga "Perdonen que no me levante" y en el segundo ya se han repetido hasta la saciedad los improperios contra las "dietas milagrosas". Y sin embargo alguien volverá a publicar lo contrario.

Así que, quizás debido a mi "necesidad" de leer, me intento leer todo lo que me interesa, y eso, para una persona de lectura pausada, resulta apabullante (perdonen las iteraciones).

Añoro aquel tiempo en que sólo me preocupaba por la literatura, imbuido por los consejos escolares, pero que se llegaba a hacer costumbre. Iba a mi ritmo y veía en los anaqueles todo el conjunto de libros que algún día leería. Pero sabía que ahí seguirían. No había prisa, no eran reciclables a largo plazo.

Ahora me acongojo sólo de pensar en la cantidad de papel que se puede llegar a acumular al guardar semana tras semana artículos por leer que sé que en un porcentaje alto llegarán a caducarse por su pérdida de actualidad. Y entonces me doy cuenta de que mi objetivo es otro: leer para reciclar y no leer por placer.

No sé con que griego quedarme. Algunos dirán que Griego viene del General Riego y Grecia del punto G de una mujer robusta, quizás mujer del famoso ciclista del Kelme.

De cualquier forma yo seguiré escribiendo como forma de liberación de mi maremágnum de papel. A mí me relaja.

Por cierto, volviéndome a hacer eco de las ideas que expuse en mi inauguración: se corre el riesgo de hacer sobresalir continuamente el ego, más en un medio tan público como la red de redes.

Así es que alguna vez será mi alter ego, don Jánvelin Trupisterio, el que se encargará de aportar conocimiento y saberes. La verdad es que este personaje siempre ha sido el típico graciosete que decía la última palabra.

Relacionado con el tema de que hemos tratado. Si yo alguna vez sugiero que "La letra con sangre entra", enseguida sale Trupisterio para añadir "Y el texto con el sexo dentro". No hay más que decir.

Un blog o dos blogs o tres blogos ...

Aún resuena en mi mente el soniquete de mi infancia ante la televisión.
Televisión de Los payasos, coloreado Hulk, pizpireta Heidi, activo Orzowei (no Orson Welles), El valle secreto (la primera edición), hipervitaminado Superratón, listillos Epi y Blas, ...

Es curioso; entonces me encantaban los payasos pero me aburría toda la demás parafernalia circense: equilibristas, domadores, ... Ahora me reafirmo en esto aunque la figura del payaso me ha empezado a resultar inquietante.

No sé si la culpa la tiene una película que vi hace unos años en el festival de cine de terror por estos lares llamada "Payasos asesinos del espacio exterior"




Aquí dejo el enlace de la wikipedia por si alguien quiere leer su delirante argumento:

"Payasos asesinos del espacio exterior"


El caso es que cada vez veo más tétrico el mundo del circo. Algún capítulo de Expediente X o la misma película de Tim Burton "Big fish" nos acaban mostrando una atmósfera en la que (lo siento por los amantes de este mundo) uno se siente cuando menos descolocado y muchas veces hasta atemorizado.

Creeréis que exagero, pero aún tengo pesadillas en las que un payaso vestido de Ronnie McDonald me persigue en una calle sin fin con el ánimo de que le compre cuatro puñeteros globos rellenos de helio.

Para colmo, hace unas pocas semanas mis sueños se encarnaron en la figura de un payaso que nos acosó por las Ramblas barcelonesas.

Después de darle una primera negativa nos empezó a seguir y a duras penas pude esquivar el chorrito de agua de su margarita pectoral. El muy cuco nos siguió un centenar de metros mientras absortos mirábamos las cariátides y atlantes que flanqueaban la pendiente (desde el Hombre invisible hasta la princesa Disney).

Yo creo que se pensó: "Estos seguro que se educaron con las enseñanzas de Fofó, Fofito, Miliki y Milikito; esta es la mía". No le contesté: "Paso de los payasos" por educación. Y él: "Excuse me, pay, pay a so...!"

No, de momento no me veréis en un espectáculo del "Cirque du soleil" (lo digo en francés para ser refinado, como el azúcar)

SWAP : Real - Athletic

Swap. Bonito término que una vez aprendí con un promagrama de retoque fotográfico.
Así es la vida. Muchas palabras en inglés las aprendí de los viejos videojuegos de mi Spectrum 48K: Dragon's Lair, Cauldron, Critical mass, ... Venían bien para coger una base léxica.

Otro juego mítico, "Manic miner", me hizo ver por qué Cervantes y Shakespeare debían ser hermanos gemelos.

Eso sí, sigo siendo un poco duro de oídos a la hora de entender las letras de las canciones.

Ahora la gente ya no sabe de qué habla ni en castellano. Recordemos el famoso "petril" en lugar de "pretil" que tanto le encanta a los Pietri.

Por eso la gente intercambia palabras parecidas sin ningún descaro.
Melanina, melamina, melatonina y "me la tomé con melocotones helados" están a la orden del día.
Y eso si no nos olvidamos de la serotonina y "ser otomano, hermano".

Bueno, yendo al grano, diremos que bien podían haber hecho un "swap" los equipos de la Real y el Athletic
Yo me hice fan incondicional del Eibar cuando subió a segunda A hace ya unos cuantos años. Era una época de mirar tablas, puntos, goles a favor, etc. Era más bien un fan de sillón.
Pero mi equipo siempre fue la Real Sociedad. Lo que pasa es que uno se harta después de tantos años de quiero y no puedo, y sólo sigue la clasificación general de reojo.

Estos días ha habido cierto revuelo e indignación de algunos por unas supuestas grabaciones que hubieran podido suponer el ascenso de la Real a primera y el descenso del Athletic a segunda (¿se sigue llamando segunda?).

Así que, basta ya de malos rollos. Propongo que el Athletic, como equipo hermano del club donostiarra, favorezca gentilmente el intercambio de sus posiciones en la liga. Al fin y al cabo no se iba a notar mucho.
Con unas gafas de esas de cine arcaico 3-D rojo-azul (sí, las que hacían que parecieras que te habían pegado un puñetazo en un ojo) se resolvería lo del color de las camisetas.

¡Por favor, que hagan el SWAP ya!

De la oveja al rebaño no pasa ni un año

Aquí me reincorporo a la edición.

Sigo sin saber dónde metí mi clave, así es que temo que el blog se va a quedar perennemente con el "1" detrás del nombre: ovejadebangkok1

Pero hace pocos días mi sorpresa fue mayúscula cuando me encontré que al menos una persona más (quizás mi alter ego) usa el mismo nombre "oveja de bangkok" en otras páginas. No vamos a entrar en discusiones sobre la ocurrencia del juego de palabras; quizás era demasiado evidente como para pensar que fuera el único al que se me ocurriera.

Bueno, al fin y al cabo yo sólo voy a usar esta denominación para este blog creado hace poquito, si bien mi cuenta de correo con el mismo nombre ya tiene varios años.

Así que, admitamos que formamos un rebaño y que cada oveja va con su pareja.


Foto cedida gentilmente por la sra. Saroka. ¡Quién estuviera ahora en Garrovillas de Alconétar!

jueves, 4 de diciembre de 2008

Desde mi Nintendo DS: un día triste

La verdad es que tenía unas cuantas ideas para contar y empezar a construir este blog, pero creo que hoy no es el día más adecuado.

Ayer comencé mi turno de noches y al levantarme a las 2 del mediodía me he encontrado con un nuevo asesinato de ETA.

El ritmo pausado de ir punteando teclas en una pantalla táctil de una pequeña consola hace que medite con rabia contenida sobre la sinrazón de estos actos.

Cuando era pequeño no llegabamos a entender qué pasaba. Sentíamos un miedo ante algo desconocido, ante estos "hombres malos" que incluso habían llegado a llevarse la vida de niños como nosotros. Nuestros mayores nos advertían de que no se nos ocurriera coger ni tocar ninguna bolsa o paquete que nos encontráramos por la calle...
Más de 30 años después la situación no ha mejorado y lo que es peor, sigo sin comprender qué lleva a una persona a adueñarse vilmente de la vida ajena.

No hay mucho que explicar; todo se comprende desde la cobardía de estar agazapado, al acecho y ataque por la espalda de una persona totalmente indefensa.

A veces da la impresión de estar dentro de una película, pero por eso debemos reaccionar continuamente, para no dejarnos llevar por nuestra mente olvidadiza.
El mejor homenaje que podemos hacer a estos héroes injustamente desaparecidos no es otro que el recuerdo constante.

Descanse en paz Ignacio Uría

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Por qué comienzo hoy 3 de diciembre de 2008 hacia las 6 de la mañana

Parafraseando el guión de una película de hace algunos años "esto es el comienzo de una larga amistad".

¿Por qué comienzo hoy? No hay una razón concreta. La verdad es que si fuera por la declaración de la renta tendría motivos de desgravación, antes de que las campanadas del reloj anti Casio de la Puerta del Sol nos haga cambiar de año.

Pero no, la verdad es que la única razón ha sido debida al acicate que una compañera de profesión amateur coral, de nombre Idurre, supuso en mi humilde ánimo.

La verdad es que siempre me han entrado las ideas en tromba, y acaban convirtiéndose en neuras o diálogos de besugos cuando hago partícipes de ellas a otros compañeros.
Siempre le he dado miles de vueltas a las cosas y algunos piensan simplemente que estoy un poco majara. Es costumbre mía saltar de un tema a otro sin previo aviso debido a las relaciones internas que de los hechos creo, y que, por supuesto, no hago saber a mis interlocutores hasta que no suelto los fonemas al aire.

Hace poco leí en algún artículo de opinión de una revista que tendemos a una sociedad del "yo" que se demostraba por el creciente uso de blogs, como éste, en el que asumimos una relevancia o deseo de notoriedad incluso egoísta. Todo el mundo se quiere dar a conocer.
Razón no le falta. He leído opiniones interesantes en otros blogs y no espero yo sentar cátedra alguna ni dar consejos desde el mío. Sólo me impulsa el deseo de escribir por escribir. Probablemente no es más de lo que diría si ahora tuviese una persona enfrente y le contara mis "neuras". El problema aquí es que debo ser yo el que me pare los pies para no irme por las ramas. Creo que el tiempo (cronológico) me va a ser de gran ayuda.

¿A qué se debe el título del blog? Pues realmente a nada. ¿Puede ser un juego de palabras? Quizás.

Realmente entré una vez a curiosear en esto de los blogs y creé la dirección laovejadebangkok.blogspot.com
O eso creo, porque ahora me encuentro con que no recuerdo la clave que puse ni el e-mail que di de referencia, viéndome obligado a crear aovejadebangkok1.blogspot.com
Como me diría mi compañero de curro: "tío, estás rallao" (¿o se dice rayao?)

Bueno, en resumen, que no esperéis en este blog información científica, descubrimientos mundiales ni nada por el estilo. Simplemente me limitaré a contar cosas.

Ah, se me olvidaba. Primero me limitaré a escribir y cuando tenga más tiempo ya iré jugando con los tipos de fuentes de las letras, las fotos, etc.

Espero que os divierta. Es mi único objetivo subjetivo.

Ramón D.